“Antes de salir a trabajar mi compañero y yo desayunamos, nos espera una jornada por delante, nuestro trabajo a veces no resulta fácil pero formamos un gran equipo, sabemos caminar juntos, tenemos mucha paciencia el uno con el otro, él me necesita y yo lo necesito a él.
Ha requerido mucho entrenamiento el saber lo que ahora sé, he estado en sitios diferentes para formarme, para llegar a mi destino, al lugar en el que me encuentro, con la persona que me estaba esperando, a quien le doy mi absoluta fidelidad y entrega. Es la finalidad de mi vida y soy muy feli.
Me llamo Lucas y soy un perro guía.”
Muchos animales como delfines, caballos y perros son entrenados para ayudar a las personas, no sólo en el caso de una deficiencia física, si no que también ayudan a mejorar a quienes padecen otros tipos de trastornos, como la depresión o la ansiedad y se han mostrado eficaces en terapias con niños autistas, por poner algunos ejemplos.
Una mascota puede ser un gran compañero y si le damos una buena educación y cariño nuestra vida será más completa y feliz.
Miércoles, 12 de Agosto de 2009 22:27 MÓNICA GALINDO
El amor a los animales no es algo que pueda improvisarse, no quiero decir que sea algo innato como tener los ojos verdes, o ser alto, pero en cierto modo podríamos decir que se hereda. No está en los genes pero sí forma una parte importante de nuestra educación. Desde la infancia, el modo de sentir a los animales de nuestro alrededor condiciona nuestros sentimientos hacia ellos y el modo de tratarlos y considerarlos, nuestro trato.
Muchas veces hemos escuchado “No tengo perro porque es una pena meterlo en un piso”. Es un clásico pretexto de quien en realidad no le gustan pero quiere quedar bien. No tener animales porque no queremos hacerlo es mucho más noble que tenerlo y no prestarles la menor atención pues es mucho más feliz el perro del hombre que recoge los cartones, aunque no coma todos los días que el del chalet que come buen pienso pero pasa todos los días encerrado en un recinto vallado, sin una sola caricia.