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«Escribir es la manera más profunda de leer la vida.»

Francisco Umbral.

En los tiempos que vivimos, el estrés forma parte de nuestra vida. Siempre vamos corriendo de un lado a otro incluso cuando no tenemos prisa, miramos el reloj con esa sensación de que el tiempo se nos agota y no podremos hacer lo que viene a continuación, vamos un paso por delante, nos tomamos el café a toda velocidad, nos comemos el bocadillo sin darnos cuenta mientras intentamos leer el periódico. Siempre estamos fuera de nuestro presente.

Ahora nos comunicamos por escrito a través del ordenador, los correos electrónicos, las redes sociales, los teléfonos móviles. Todos ellos nos permiten estar interactuando con los demás de forma constante. La tecnología ha servido para unirnos, tiene una función que nos ayuda a desenvolvernos más eficazmente, aunque no siempre la usemos de la forma adecuada.

Sin embargo, hay otro tipo de escritura…
aquella que nos sosiega, que nos sirve para parar y darnos cuenta de dónde estamos. En un tratamiento psicológico la escritura suele usarse con frecuencia como parte de la terapia. También hay quien escribe diarios, cuentos o relatos de cualquier tipo. Sea como fuere, la escritura es absolutamente terapéutica.

¿Qué implica escribir? ¿Qué pasa si tengo un lápiz en mi mano y una hoja en blanco o estoy ante el teclado de un ordenador? Es posible pensar y sentir que somos absolutamente incapaces de poner media palabra, pero una vez vencida esta sensación inicial puede aparecer nuestra creatividad, nuestros sentimientos y así aprender a estar con nosotros mismos.

La importancia de volver a escribir tiene la ventaja de ayudar a concentrarnos en ese acto, vivir ese momento presente. Es parar por un momento y estar con nosotros mismos, hablando de nuestras vivencias, de cómo las sentimos, de nuestras relaciones, usándolo por ejemplo, para dirigirnos a alguien y expresarle todo lo que sentimos y pensamos de él, aunque esto solo quede para nosotros. Puede servir de vaciado sacando los pensamientos que de otra manera estarían danzando en nuestra mente circularmente formando un gran lío en nuestra cabeza. La escritura organiza nuestros pensamientos.

Redescubrir nuestra letra también nos ayuda a redescubrirnos a nosotros mismos. Nuestra letra es diferente en función de nuestro estado de ánimo, si estoy enfadado marco más las letras en el papel, si estoy nervioso mi caligrafía es menos regular, si estoy sosegado me recreo escribiendo de forma más pausada y suave. Unir las letras, enlazándolas unas con otras, forma parte del patrimonio de nuestra personalidad, de nuestra identidad. Nuestra caligrafía es única, como nosotros.

En definitiva, no importa el método elegido, la escritura es terapéutica porque es sanadora, nos ayuda a conocernos mejor para saber manejar esas emociones que mal encauzadas pueden ser negativas.

«Considerad la escritura como manifestación del arte de vivir cada día».

José Luis Sampedro

Mª Ángeles Muñoz

Psicóloga

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/31/actualidad/1375306460_460795.html

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