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“Nuestros cuerpos son nuestros jardines,
nuestras decisiones nuestros jardineros”.
William Shakespeare

Se acaba el verano y volvemos a nuestras ocupaciones habituales. Después de pasar unos días de descanso necesitamos reajustar nuestros ciclos, tanto el de sueño como el de alimentación. En el verano nos relajamos más, nos acostamos más tarde y nuestros hábitos alimenticios cambian, somos más permisivos en lo que comemos, cenamos más tarde y lo que durante el resto del año sólo nos permitimos los fines de semana, durante este período, forma parte de cada día.

Es normal que en estos días hayamos sumado algún que otro kilo y ahora nos planteemos eliminarlos, para ello, a la hora de reestructurar nuestras costumbres, en muchos casos, pensamos en hacer algún tipo de dieta para quitarnos de encima ese peso extra que hemos adquirido. En muchas ocasiones es muy difícil llevarlo a cabo y nos vemos infringiendo esas pautas impuestas para obtener nuestro resultado deseado lo que nos produce una cierta frustración.

Lo ideal, más que hacer una dieta, sería buscar un estilo de vida más saludable, sin grandes excesos pero tampoco grandes restricciones que sólo aumentarían la ansiedad, la obsesión por el control y la infelicidad.

También sería muy adecuado aprender a escuchar a nuestro cuerpo y saber si realmente tenemos apetito. Cuando aprendemos a conectar con nuestro cuerpo nos da información acerca de la cantidad o la frecuencia con que realmente deberíamos comer y es que, muchas veces, el apetito no es simplemente fisiológico, también es emocional.

¿Qué sentimos cuando tenemos unos minutos en el trabajo para tomar un café? o ¿Cuándo el viernes por la noche hemos quedado a cenar con nuestra pareja o amigos? ¿Qué parte de nosotros satisfacemos con las palomitas cuando vamos al cine? o ¿Qué gratificación obtenemos al comer chocolate? La comida y las emociones están muy vinculadas y la mayoría de las veces cuando comemos en exceso estamos llenando el vacío, calmando la ansiedad, sustituyendo el afecto.

La autoconciencia es el primer paso en todo proceso emocional, ser consciente de lo que siento me da la información que necesito para efectuar cualquier tipo de cambio.

Si tenemos algún antojo o nos vemos comiendo esas galletas sólo porque están a mano, algunas cosas que podríamos poner en práctica serían:

Posterga el momento de picar, observando qué sientes al no comerlo, qué emociones te surgen al aplazar.
• Ante la sensación de apetito, pregúntate ¿Qué estoy sintiendo en realidad? ¿Qué emoción hay detrás?
Permítete sentir lo que aparece, puede ser aburrimiento, ansiedad, tristeza…
Escribir te ayudará a sacar las emociones y a poner orden en la mente, puedes llevar un diario de los alimentos que ingieres, anotando también cuál es tu estado de ánimo al comer, incluso por qué eliges diferentes tipos de comida. La escritura es terapéutica y nos ayuda a conocernos, encontrar nuestros objetivos y cumplirlos.
Practica el comer conscientemente, observa lo que comes y sólo dedícate a ello, sin llevar a cabo otra actividad al mismo tiempo (mindfulness).

“La glotonería es un refugio emotivo:
es la señal de que algo nos está devorando.”
Adriaen de Vries

Mª Ángeles Muñoz
Psicóloga

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