Camino por la orilla del mar y siento la arena bajo mis pies, es firme aunque sus minúsculas partículas se introducen entre mis dedos, como acariciándome. Cuando avanzo un pie y doy una nueva pisada siento su frescor y en algunos de esos pasos el mar llega aumentando esa sensación. Cada ola que rompe en mis pies viene acompañada de su sonido, ese sonido único que a veces, cuando estamos lejos, intentamos evocar con una caracola.
Sigo caminando, mientras noto la calidez del sol sobre mi piel, es agradable pues viene acompañada con la brisa del mar. Percibo su aroma y su olor me conecta aún más al lugar. Miro al horizonte donde el mar y el cielo se unen, mis ojos se relajan y me siento bien… muy bien.
Mª Angeles Muñoz
Psicóloga