“No somos responsables de las emociones,
pero sí de lo que hacemos con las emociones”
Jorge Bucay
Y tú… ¿Qué evitas?
Consultar el tráfico antes de desplazarnos es una buena forma de evitar un atasco. También lo es evitar comer una hamburguesa o una pizza que aunque nos guste, sabemos que no es muy sano o nos sienta mal.
Sin embargo, hay evitaciones que no son tan ventajosas. Este tipo de evitaciones son las que están relacionadas con el miedo de afrontar algo.
A veces nos engañamos a nosotros mismos evitando hacer algo porque nos da miedo y pensamos que, al fin y al cabo, esa evitación, no es tan importante. De esa manera, podemos tener una larga lista de cosas que no llevamos a cabo a modo de un sutil autoengaño. Algunos ejemplos pueden ser: subir en ascensor porque en algún momento tuvimos una mala experiencia; evitar alguna situación en la que haya que exponerse, como por ejemplo, hablar en público o relacionarnos con alguien que no conocemos en una reunión; evitar hablar con alguien para solucionar un conflicto; huir del malestar emocional que genera una discusión con la pareja; huir de una realidad adversa a través del alcohol o las drogas.
Son conductas evitativas que en apariencia dan tranquilidad y seguridad porque, al no exponernos, evitamos la ansiedad que nos producen y no nos vamos dando cuenta de que nuestra vida se va limitando más y más y que nos pueden llevar a tener verdaderos problemas o trastornos, entre otros: trastornos de ansiedad y estrés, depresión o fobias específicas.
Tener emociones como el miedo, la tristeza, la vergüenza es algo por lo que se pasa en muchas ocasiones en la vida. Exponernos, estar nerviosos o tener algo de miedo al hacer determinadas cosas es lo que normaliza esas conductas, lo que ayuda a superarlas y lo que nos hace más fuertes. No hemos de huir de esos sentimientos o conductas pues, cada vez que evitamos por insignificante que nos parezca, estamos alimentando el miedo y aumentando el problema.
La solución pasa por el afrontamiento y es que el fantasma se vuelve más real y más grande cuanto más huimos de él. Sólo, si nos paramos y nos damos la vuelta para observarlo bien, veremos que simplemente es un mero espejismo.
“El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta”.
Charles Dickens
M Ángeles Muñoz
Psicóloga