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¿Sufres estrés?

Cuando nos sentimos estresados, es una señal de que nuestro cerebro está segregando hormonas del estrés. Si esto es sostenido por meses o años, esas hormonas pueden empeorar nuestra salud y hacernos un manojo de nervios.

 Daniel Goleman.

 

El estrés (del griego stringere, que significa «apretar») es una reacción fisiológica del organismo en la que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. La palabra estrés en psicología se ha tomado de la ingeniería donde hace referencia a la acción de las fuerzas físicas sobre las estructuras mecánicas. El estrés no es algo positivo ni negativo en sí mismo, sino que inicialmente solo es un proceso natural del organismo para adaptarse al medio, de hecho, en muchas ocasiones el estrés puede resultar beneficioso, en pequeña cantidad es óptimo y saludable ya que nos da la energía que necesitamos cuando tenemos una motivación y propósito.

Walter Cannon desarrolló una teoría sobre el estrés, introdujo la expresión “repuesta de lucha o huida”, donde el estrés es visto como una respuesta fisiológica que involucra la actividad del sistema nervioso simpático para explicar que las respuestas emocionales están diseñadas fundamentalmente para afrontar sucesos a corto plazo. Las respuestas fisiológicas nos preparan para amenazar a los rivales, para luchar con ellos o para huir de situaciones peligrosas.

Ante situaciones amenazadoras el cuerpo se prepara para responder, fisiológicamente se producen reacciones que ayudan a movilizar las reservas de energía del cuerpo, reacciones normales y adaptativas que duran unos instantes en las que rápidamente el cuerpo vuelve a la normalidad.

Hans Selye definió el estrés como “Una respuesta no específica del organismo a las demandas hechas sobre él”. El Síndrome General de Adaptación que definió Selye como continuación de sus estudios sobre el estrés explica la reacción que se produce cuando un sujeto está sometido a estrés durante bastante tiempo. La primera parte del síndrome es la reacción de alarma, una reacción de estrés intenso como la que había descrito Selye inicialmente, a continuación aparece una segunda fase, la de resistencia, se presenta cuando se mantiene la situación de alerta sin que exista relajación, el organismo intenta retornar a su estado normal pero manteniendo las hormonas en situación de alerta permanente. Esta fase llega a su límite cuando se agota la energía y ahí comienza una tercera fase, la de agotamiento, donde la situación estresante dura demasiado tiempo y se cronifica.

Para mediar la respuesta del estrés el cuerpo genera entre otras hormonas adrenalina y cortisol, aunque sus efectos a corto plazo son esenciales, sin embargo, a largo plazo estos efectos son dañinos provocando una pérdida de sensibilidad en los órganos por la acción de las hormonas y una acumulación excesiva de éstas en la sangre que acaba resultando perjudicial, comprometiendo la capacidad de resistencia del organismo y produciendo problemas como, aumento de la presión sanguínea, diabetes, infertilidad, inhibición del crecimiento. Las alergias y las enfermedades autoinmunes también se exacerban por el estrés, hay diversos estudios que indican que la supresión de la respuesta inmunológica por el estrés está en gran parte mediada por los glucocorticoides y otras sustancias químicas producidas en exceso por el sistema nervioso en esta situación.

Lazarus y Folkman (1984) definen el estrés como un “Conjunto de relaciones particulares entre la persona y la situación, siendo ésta valorada por la persona como algo que grava o excede sus propios recursos y que pone en peligro su bienestar personal”. Ya sabemos que, más que lo que nos sucede, es aquello que hacemos con lo que nos sucede. Una misma situación es vivida e interpretada de forma diferente por cada persona.

Entre los diferentes factores que influyen en esto se encuentran:

  • Características personales: así, los rasgos de personalidad tienen mucho que decir, por ejemplo, las personas con el patrón de conducta tipo A poseen unas determinadas características, son excesivamente competitivos, hostiles y de movimientos y habla rápidos, por ello estas personas son más reactivas y eso las hace más vulnerables a las enfermedades cardiovasculares.
  • Evaluación de lo que ocurre y la capacidad que se tiene para hacer frente a los diferentes sucesos, por ejemplo, mientras que para un estudiante un examen puede ser un reto para otro puede ser algo realmente amenazante.
  • Sucesos vitales, como pérdida de seres queridos, divorcios, enfermedades crónicas, pérdida del trabajo y también, sucesos menores, como pequeñas contrariedades, acontecimientos diarios como pasar mucho tiempo en el coche o trabajar muchas horas a la semana con poco tiempo para el ocio.

Es normal que las personas que padecen estrés sufran de ansiedad, irritabilidad, miedo. También que se autocritiquen, que tengan dificultad para concentrarse, pierdan reflejos, sufran olvidos y les cueste tomar decisiones.

Cuando somos conscientes del peligro que puede traer consigo el estrés es el momento de actuar. Algunos de los consejos que os ofrecemos a continuación son reiterativos y los podéis encontrar en varios de nuestros artículos, estos consejos pueden ayudar a cambiar un estilo de vida pernicioso para nosotros, algunos de ellos se pueden poner en marcha rápidamente y para otros posiblemente se necesitará la ayuda de un profesional.

Cuida tu alimentación y tu descanso: Nuestra dieta mediterránea contiene las vitaminas que ayudan a nuestro sistema nervioso, entre ellas, las vitaminas del grupo B y vitamina D, vitamina C y magnesio. También es conveniente disminuir el consumo de excitantes como la cafeína, el tabaco y el alcohol, lo que también nos ayudará a descansar mejor

-Haz ejercicio: El ejercicio moderado reduce el nivel de cortisol y genera endorfinas que son los opiáceos naturales que libera el cuerpo, lo que nos hace sentir bien. A nivel físico nos mantiene en forma, nos ayuda a prevenir enfermedades y nos proporciona vitalidad.

Apoyo social: Percibir que se es querido, tener amigos y familia en los que se confía y que nos escuchan, que nos acompañan y apoyan en los malos momentos. Dar a otros nuestro apoyo de la misma manera, se ha demostrado que al ayudar a los demás nos sentimos mucho mejor con nosotros mismos lo que nos hace mejorar nuestro estado de ánimo.

-Simplificar: Establecer prioridades, reduciendo el número de actividades nos ayudará a disfrutar más aquellas que realicemos, de esta forma encontraremos nuestro propio tiempo tan necesario para conseguir nuestra salud mental y física. Con él podemos practicar nuestras aficiones, descansar o simplemente no hacer NADA.

 Meditar: La ciencia ha descubierto los beneficios de la meditación. Esta práctica milenaria ayuda a gestionar y disminuir nuestras emociones negativas y al mismo tiempo potencia las positivas creando un estado más placentero que va disminuyendo la reactividad emocional y que nos vuelve más compasivos.

Si sabemos que sufrimos de estrés crónico lo más adecuado es acudir a un profesional, el psicólogo puede ayudarnos a superar las barreras que nos impiden llevar una vida saludable, manejar el estrés de forma eficaz e identificar aquellas conductas y situaciones que hacen que se tenga niveles altos de estrés de forma constante.

“Si usted está angustiado por cualquier cosa externa, el dolor no se debe a la cosa en sí, sino a su estimación de la misma y esto tiene el poder de revocarse en cualquier momento”.

Marco Aurelio  

 

 Mª Ángeles Muñoz

Psicóloga                                                

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