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¿Dónde está la felicidad?

«La búsqueda de nuestra felicidad no funciona sin la de los demás»

Matthieu Ricard

 

La idea de la búsqueda de la felicidad ha estado presente muy tempranamente en la historia de la humanidad. Son muchos los filósofos que trataron de estudiarla y definirla. Los más significativos, Sócrates, Platón y Aristóteles fueron aplicando toda su sabiduría y sus creencias para explicarla y sus conocimientos han servido como base a gran parte de los sucesivos filósofos y pensadores.

La Real Academia de la Lengua Española la define en su primera acepción como: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Nada más alejado de los pensamientos de Séneca que en una de sus cartas a Lucilo le recomendaba: “Considérate feliz cuando todo nazca para ti de tu interior, cuando al contemplar las cosas que los hombres arrebatan, codician y guardan con ahínco, no encuentres nada que desees conseguir».

Como nos decía Aristóteles “En el término medio está la virtud”  porque, si  la posesión de un bien  o el dinero puede producirnos una cierta felicidad, de ahí parte el conocido dicho de que “El dinero no da la felicidad pero ayuda a conseguirla”, no está muy claro que las personas con mayor poder adquisitivo sean más felices pues cambian los motivos pero siguen las preocupaciones.

Es lógico pensar que hay cosas que nos harán necesariamente felices, tales como: tener pareja, independizarnos, conseguir determinado puesto de trabajo, etc… Pensamos que esto cambiará por completo nuestra vida al conseguir unos objetivos tan deseados, sin embargo, puede ocurrir que cuando hemos llegado a ese punto nos demos cuenta de que algo sigue faltando y es posible que sigamos teniendo un vacío en nuestro interior.

He rebuscado y he encontrado tantas y tan dispares definiciones que se me viene a la memoria el cuento sufí de los sabios que encerrados en una habitación y a oscuras palparon las diferentes partes de un elefante y al definirlo cada cual dio su versión y todas fueron diferentes y todas verdad.

Los científicos, si bien no han inventado la fórmula de la felicidad, han conseguido medirla y en la universidad de Winsconsin han concedido el galardón del “Hombre más feliz del mundo” a Matthieu Ricard doctorado en biología molecular, monje budista y una magnífica persona.

Hablando de medición de la felicidad no podemos dejar de mencionar el país de Bután cuyo rey, en 1972 inventó el término FNB (Felicidad Nacional Bruta) como respuesta a las críticas sobre su manera de entender la economía y el bienestar de su pueblo, basándose principalmente en el budismo.

 Tal vez algún día exista una fórmula matemática que nos indique como conseguirla, pero hasta entonces y sin ánimo de inventar nada os contaré como la entiendo yo…

Yo no veo a la felicidad como un estado permanente, sino como apenas unos chispazos que me iluminan la existencia.

No me la planteo como una meta, sino como el camino.

Yo no sé buscarla en el Tíbet o en La India o en África,  sino en las cosas pequeñas que suceden cada día a mi alrededor porque podría gastar mi tiempo en su búsqueda pero si no sé cómo descubrirla es como el horizonte, que cuanto más avanzas más lejos queda.

Podemos ser felices y ni siquiera darnos cuenta de ello.

El camino de la felicidad es tan recto que no admite atajos. El exceso de alcohol no da felicidad, da resaca.

Por todo ello os contaré algunos de los momentos o situaciones en los que me he sentido feliz antes de que se me olviden:

Cuando me enamoro, cuando abrazo a mis hijos, cuando hablo con mis amigos, cuando tomamos el té juntos, cuando planifico un viaje o unas vacaciones, cuando se me reconoce como persona o en mi profesión, cuando algo me sale bien, cuando gana mi equipo, cuando ayudo a alguien, el día de mi cumpleaños, cuando salgo a comer lo que me gusta, cuando acaricio a mis animales y llego a casa y me reciben moviendo el rabo, cuando voy a la ópera, cuando apruebo un examen, cuando te veo…

20 de Marzo día internacional de la Felicidad.

 

Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”

Jean Paul Sartre

Mª Ángeles Muñoz Roldán

Psicóloga

 

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