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Mi memoria, mi identidad

“Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro».
Ramón y Cajal

La memoria es ese don que poseemos y que marca nuestra identidad. Hay diferentes tipos de memorias y aunque cada una cumple su función están interrelacionadas e intercambian información.

La información que tenemos del exterior y que vamos aprehendiendo a través de nuestros sentidos, decae muy rápidamente y si no la tratamos adecuadamente queda en el olvido.

¿Cómo es nuestra memoria?

Así, en una primera instancia, contamos con la memoria a corto plazo o memoria operativa, la que trabaja activamente con la información necesaria para conseguir resolver alguna dificultad con la que nos encontremos, ya sea mantener el tiempo necesario en nuestra mente un número de teléfono hasta haber hecho la llamada, o el código para poder realizar una operación bancaria a través de internet. Si lo que queremos es aprender un idioma, por ejemplo, tienen que intervenir otros factores como: la atención, la reflexión y el entrenamiento; de esa forma, la información se consolida y pasa a una memoria más permanente.

La memoria declarativa es a largo plazo y está compuesta por la memoria episódica y la memoria semántica. A través de la primera, la memoria episódica, vamos forjando nuestra historia. Con ella podemos narrar nuestra biografía, aquello que vivimos y cómo nos hizo sentir, evocarla requiere un ejercicio volitivo, es algo plenamente consciente. La memoria semántica también es consciente e intencionada y nos aporta todo lo que del mundo sabemos y todo aquello que hemos aprendido en él y de él: matemáticas, léxico…, está relacionada con nuestro entorno, pero no con nuestra historia personal.

Con la memoria procedimental o no declarativa, en contraposición a la anterior, no se necesita de la consciencia o voluntad para acceder a ella, se pone de manifiesto a través de la ejecución de algo que previamente hemos aprendido, recoge un tipo de destrezas y habilidades que no se pueden expresar verbalmente ya que sólo se manifiestan con la conducta o la acción, por ejemplo: montar en bicicleta, escribir a máquina, conducir, pintar…

Con la edad se produce un deterioro de la memoria, sin embargo, hay que contar con las diferencias individuales, ya que, este deterioro no afecta a todo el mundo por igual y aunque se ha evidenciado que a las personas mayores les cuesta más que a los jóvenes el aprendizaje sí se mantienen los aprendidos en la juventud. Nunca hay que desistir de aprender cosas nuevas, pues siempre se puede mejorar.

Estilo de vida y memoria

Los consejos que te dejamos a continuación sirven para mejorar la salud de forma integral:

Haz ejercicio: Estimula la aparición de nuevas neuronas en el hipocampo, zona directamente relacionada con el aprendizaje y la memoria.

Lleva una alimentación sana: La dieta mediterránea nos proporciona los nutrientes adecuados para una buena memoria.

Cuida tu descanso: Duerme el número de horas necesarias, durante el sueño se integran los diferentes aprendizajes y su recuperación.

Lleva un diario: Con él entrenarás tu memoria ya que te ayuda a organizar tus pensamientos y tus recuerdos y da flexibilidad a tu mente.

Aprende a aprender: Utilizar técnicas adecuadas para asentar los conocimientos aprendidos nos ayuda a recuperar la información más fácilmente.

Estudia un idioma: Con ello se retrasa el proceso de envejecimiento y el deterioro cognitivo

Viaja y descubre nuevos lugares: Al viajar, nuestro cerebro tiene que readaptarse y con esto se mantiene la flexibilidad, pues hay nuevos estímulos que nos ayudan a recordar y a ejercitar nuestra memoria.

Fomenta tu hábito de lectura: Ésta, estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales.

Memoriza de vez en cuando una poesía o una canción.

Cada día somos más conscientes de la importancia de cuidar nuestro cuerpo para estar más ágiles, atractivos y saludables, sin embargo, hemos de recordar que todo lo que cuida nuestro cuerpo cuida también nuestra mente, y por tanto, nuestra memoria, pues son parte de un mismo sistema; cuando ejercitamos nuestra memoria beneficiamos a nuestro cuerpo.

“El verdadero viaje se hace en la memoria.”
Marcel Proust

Mª Ángeles Muñoz
Psicóloga

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